[21] EL MUNDO (Según Carl Jung)

ASPECTOS ARQUETÍPICOS

El bailarín sugiere que se trata de un ser andrógino, en quien se combinan y se integran lo masculino y lo femenino.

El sí-mismo es el centro de nuestro equilibrio psíquico. Cuando perdemos contacto con el bailarín que llevamos dentro, perdemos nuestro equilibrio. Cada vez que perdemos el contacto con la naturaleza (con nuestra naturaleza interior) experimentamos muy dentro de nosotros una sensación de inferioridad. Estar en contacto con el sí-mismo, dice JUNG, es no sentirse ni inferior ni superior.

La guirnalda que rodea al bailarín indica la interacción de todos los aspectos de la naturaleza, consciente e inconsciente, para formar un mundo contínuo e integrado. Dentro del espacio formado por las guirnaldas el bailarín se siente enmarcado y protegido. Ese espacio es vivo, natural y total. Coloca al bailarín aparte de todo lo que es falto de sentido e insustancial, de todo lo que no le pertenece. Tiene espacio suficiente para moverse, su propio espacio, dentro del cual es libre de expresarse sin esfuerzo.
Aquí el consciente y el inconsciente están unidos y el instinto y el espíritu vuelan juntos como un ser cuyo conocimiento comprende e incluye a los dos.

La forma de la guirnalda es elíptica y recuerda la vulva o lo labios de la vagina entre los cuales, con el nacimiento de un nuevo ser, ahora completo, emerge un mundo nuevo de luz y de aire.
La elipse tiene dos focos, uno arriba y el otro abajo, sugiriendo que son mitades que van a encontrarse para formar una totalidad.

El bailarín se mueve a través de la vida ordinaria de una manera natural, espontánea e integradora. Es un ser humano desnudo que no pretende ni se propone nada más que ser él mismo. No está fijado ni por el pasado ni por el futuro, moviéndose al ritmo del presente mutable.

Como subraya JUNG, permanecer en contacto con el sí-mismo no significa estar separado del mundo ni desinteresado de él. Uno sigue reaccionando emocionalmente, pero lo hace a un nivel más profundo.
En El Mundo por primera vez se representa simbólicamente "la totalidad de la creación": la tierra, las plantas, los animales, las aves, el hombre y el ángel. El bailarín no es simplemente la suma de todos sus aspectos, sino más bien la quintaesencia, un estado del ser más allá de las cuatro dimensiones de la realidad ordinaria.
No está ligado a ninguna norma de comportamiento impuesta, no es marioneta de ningún "ismo" ni culto. Es libre de moverse a su propio ritmo individual, dentro de los confines del espacio que le pertenece.
Mientras mantenga el contacto con las cuatro esquinas, se moverá espontáneamente en el presente, seguro en el conocimiento de que su reacción de hoy está en armonía con la de ayer, puesto que ambas proceden de su centro más profundo.

La idea de "ánima mundi" coincide con la del inconsciente colectivo, cuyo centro es el sí-mismo.
La individuación no es aislamiento. La autorrealización de un individuo invariablemente cambia a aquellos con los que vive y esto afectará a la comunidad, dando como resultado cambios en la sociedad.

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